Súbito e irresistible deseo de morder labios
jugosos coralinos húmedos - de hincar
pausadamente (pero fuertemente - pero
implacablemente) los dientes en boca
entreabierta. Sentir ahogarse en la propia
garganta el grito de sorpresa - de dolor- de
goce de quien comparte tal acción propiciatoria
y desconsagrante.
Rito alucinado - pero instante más vívido
que cualquier imagen deshojada del olvido.
Emilio Adolfo Westphalen (1969)